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Ignacio Caparrós

Poesía 2000

Heredero del aire (1998-2000)

Éste es uno de mis libros más ambiciosos y extensos, pues quiso ser mi personal homenaje en el comienzo del nuevo milenio a los cien poetas de todos los tiempos, países, estilos y tendencias que más me influyeron e interesaron a lo largo de mi vida. Consta, pues, de 100 poemas, extensos la mayoría de ellos, dedicados, por sólo citar a algunos de los poetas a los que homenajeo, a Manrique, Garcilaso, Fray Luis, San Juan, Santa Teresa, Lope, Góngora, Quevedo, Bécquer, Darío, Rueda, Juan Ramón, Manuel Machado, Cernuda, Lorca, Guillén, Alberti, Hernández, Celaya, Rosales, Gil de Biedma, Baudelaire, Artaud, Vallejo, Neruda, Eliot, Keats, Leopardi, Li Po, Basho, Hölderlin, Goethe, Novalis, Heine, etc., etc., etc. Publicado en 2001 en la Editorial Alhulia, Colección "Palabras Mayores", nº 5. Salobreña, Granada, 2001, de él se hizo una edición de 1000 ejemplares, de los que aún quedan existencias, aunque por el eterno problema de la mala distribución apenas se encuentran en las librerías, en las que sí se puede pedir que la editorial envíe los ejemplares requeridos. Puedo confesar que no me resultó nada fácil adaptar mi propia voz a las de aquéllos a los que les dedico un poema, pues existe una enorme diferencia entre, por ejemplo, la poesía de Esenin y la de Eluard, pongo por caso. Dejo en esta página tres ejemplos de adaptación de mi estilo al del poeta homenajeado.

 

 

                       LOS DESEOS

                                        A Juan Ramón Jiménez 

Reposa una libélula inquietamente,

apenas sin rozarlo.

                        *

Así son los deseos:

belleza en la belleza

de lo fugaz en lo fugaz del aire,

tacto apenas, caricia ingrave

de lo hermoso y lo mágico

sobre la piel inviolada del misterio.

Y ese dolor que dejan sus perfumes

cuando la lluvia colma sus corolas.

                             *

Nos hacen poseer el mundo

y de él nos dejan huérfanos para siempre.

                             ***

                        INSTANTE

                                         A Li Po

La luna llena alivia sus nostalgias

en los mil lacrimales de la dama de noche,

mientras la brisa mece en sus columpios

el canto de las olas en las playas vacías.

                                  *

Asomado al balcón, de madrugada,

aspiro intensamente su llanto perfumado,

mientras abre sus alas la magnolia,

queriendo alzarse en vuelo hacia el oscuro mar.

                                   *

"Esto es lo eterno" -digo, mientras fumo-.

Y a lo lejos, veloz, una estrella se extingue.

Desde un balcón cercano alguien contempla

cómo la diminuta luz de mi colilla muere.

                                  ***

                           AB ESENTIA

                                   A Francisco de Quevedo 

Ajeno al mundo en apariencia vivo,

aprendiendo a morir entre los muertos.

En la distancia pueblo mis desiertos

con voces de silencio introspectivo.

                             *

Aprendiz de cantor, parezco un divo,

un príncipe exiliado entre sus huertos.

Cuando a solas orquesto mis conciertos,

parezco un sol que vuela a su derribo.

                               *

Mas un hombre, tan solo, soy. Un hombre...

Un esqueleto en llamas que me nombra.

Un labio que, cantando, está callado.

                                 *

La escoria soy del fuego que me escombre,

el pálpito abatido de mi sombra,

el polvo de mi anhelo desolado.  

La voz inédita (2000)

En este cuaderno, editado por el Ateneo de Málaga en el 2000, con una edición de 500 ejemplares, hoy agotada, recogí, a modo de antología, algunos poemas de diversos libros inéditos, escritos entre 1996 y 2000. Ahí aparecen poemas de libros como La fruta, la mano, Raíz del limbo, Aguas sin cauces, La llama rota, Del desencanto y otras pesadumbres y Heredero del aire que, posteriormente, fueron publicados. Otros sin embargo, cuyos títulos no desvalaré por mantener su condición de obras inéditas, aún esperan encontrar asiento editorial. De esos libros rescataré para esta página dos poemas, aunque, como decía, sin indicar a qué obras pertenecen.

                                  EL POETA

Se escinde cada noche sobre un ara de hastío.

Germina un resplandor que vela sus pupilas.

Tumora su desvelo con el punzón del asco.

Se muere a cada impulso de la sangre que vierte.

Nadie sabe por qué excava en la penumbra.

                                       *

Quizá de sus hallazgos sólo queden olvidos,

esas larvas con uñas que le comen los ojos.

O acaso ni siquiera un eco que lo salve

del absorto silencio que cosía sus labios.

Quizá el adagio fuera del susurro del viento.

                                     *

Mas lo cierto es que deja manchadas las esquinas,

los cristales, los párpados, la memoria del aire.

¿Quién podría acallar el escozor del humo?

Para aquél que estrangula su luz en los papeles,

la cicuta le baste de haberse hecho palabra.

                                ***

                           LAS BARRAS

¿Y tú, qué has hecho tú de tu existencia?

¿En qué esquinas sembraste

la flor del desencanto?

¿Por qué repites cada día

el esquema trivial de tu desdicha,

tú que gozas de todo

a lo que aspira el hombre

e insatisfecho miras y de todo reniegas,

y nada te parece

de acuerdo con el mundo que concibes?

¿Qué más quiere tu espíritu

que aquello que lo alienta,

el tacto en que se alumbran tus más hondos deseos,

la voz que le concede el son a tu palabra?

¿No será que es más cómodo

beberte tus empeños en las barras de los bares,

que entregarte sin miedo a la acera o sus roces,

donde todo es efímero y vital, como un río?

                                 *

Hora ya, compañero,

de cortarle sus alas a las noches y al humo,

de romper los espejos,

sus azogues, sus sombras,

y volver a sentarte, como el niño de entonces,

pegado a la madera,

que plumilla o que tinta humanizan y manchan,

para aprender de nuevo los palotes del aire.

Hora, sí, de volver a tus raíces

o morirte en las ramas de una entrega sin hojas.

Ya sabes lo que vale un pensamiento,

la voz que lo amanece al despropósito,

que para eso saliste

y en medio de los hombres te sentaste a escribir.

Es hora del retorno a casa,

donde un sinfín de voces tu experiencia aleccionen

y a la paz te devuelvan del silencio

a que están destinadas las más sabias verdades.