El cuerpo del delito (1996)
Ésta es mi segunda obra, que abre una tetralogía, compuesta, además, por La fruta, la mano, Aguas sin cauces y La llama rota. Fue publicada en la Colección "Virazón", nº 10, Málaga, 1996, en edición de 1000 ejemplares, hoy agotada. En ella hago un viaje lírico y sensual por el cuerpo de la mujer, evocando a cuantas amantes hubo en mi vida, pero también despidiéndome de ellas, pues a partir de esta obra comienza una etapa de reconversión ascética, que dura hasta la actualidad. Tanto la portada, como la única ilustración del libro, fueron obra de Carmen Ramírez.
OJOS
A A.G.R.
mis ojos son ciegos cielos.
Georges Bataille
Unos ojos, heridas
de navaja, cuchillos son,
frío tacto de seda arrepentida.
Otros ojos, caricias
de la brisa, huracanes
son, ráfagas de aire siempre en fuga.
Hay ojos que no saben,
ojos que gimen, que se esconden,
que auscultan, que amedrentan, que asesinan...
Ojos como eriales o nubes desoladas,
ojos de fuego que son ya de ceniza
o hielo
o roca demolida o polvo
de un desierto abrasado por su nada.
Hay ojos que proclaman su silencio,
que mienten si sonríen,
que a cada ojeada desvelan su ignorancia.
Pocos son los que brillan con luz propia,
traslucen sus océanos u ofrendan
su desnudez de rosas encendidas.
Pero sólo aquéllos que comprenden
que en unos ojos cabe el mundo, sólo
los que vueltos a sí mismos se inquieren
por el mudo secreto de las cosas,
sólo ellos entienden que en los ojos
la vida clava duros alfileres,
como astillas o zarpas en los iris
para seguir mirando al cielo y su ceguera.
***
SENOS
A L.
Nos parece la luna en el cielo nocturno
como un enorme seno blanco, desnudo y casto.
Georges Rodenbach
La luna tiene envidia de vosotros,
frescos soles de limón azucarado,
blandas dunas que prometen oasis,
como olas de espuma incandescente.
En noches de agosto os copia
anaranjando sus volúmenes de melón o de aguacate;
pero no sabe la luna que vosotros, ocultos,
ocultos a sus brillos de plata entristecida,
del áspero níspero o la pulposa sandía
el almíbar tomasteis
de una luz que desconocen sus oros.
En seda envueltos o abiertos al roce
del algodón o la licra que el pezón os hiere,
vuestro acíbar de magnolia, embriagadores pomelos,
más amargos que licor de amaranto,
a la luna jamás ofrendáis,
jamás vuestro alabastro de burbujas de nácar.
Sois doblones que atesora la noche,
falsas lunas que la luna no intuye.
Os conoce la cal de paredes que sangran,
que gritan o derrumban, plácidas cordilleras,
su consistencia de incendiados biombos.
También os conocen las lunas
de avaras manos sedientas de ojales
o de ávidas bocas
que a borbotones absorben el vapor de una absenta
que se bebe a bocanadas y no se vomita.
Pero la luna...,
la luna os envidia,
torpemente os copia en calabaza, y sabe
que vuestro es el embrujo de bahías y playas,
de parques, avenidas y ventanas
de habitaciones de sol prohibido,
y que nunca a vuestros encantos hiere
el puñal asesino de su frío diamante,
porque en lanza de hielo, por la espalda clavada,
en cadáveres trueca a cuantos navegan
por el ígeneo mar de vuestras curvaturas.
La luna os tiene envidia
y es que no sabe ofrecer su impudicia
de odalisca desnuda en su lecho de estrellas.
3 comentarios
Elisa -
Elisa -
Gracias por escribir...y espero que algún día me atreva a hacerle una visita y me los dedique.
merengue -