Deseo de la luz (1996)
Este libro tiene mucho de enigmático. Según referí en el comentario a Encendida ceniza, tras haber publicado en mi primer libro dos sonetos fallidos, me autoimpuse el "castigo" de escribir sonetos hasta lograr el dominio de su exigente y constreñida estructura. En 1996, fecha de nacimiento de mi hijo Ignacio, andaba practicando con sonetos "urbanos", algunos de ellos incluidos en mi libro inédito Las larvas. El 17 de julio nacía Ignacio y, tras estar en el hospital unas horas con mi mujer y él, regresé a mi trabajo cotidiano y nocturno de tallador de versos, entonces en el Rincón de la Victoria, donde vivíamos. Aquella noche, como al dictado de una voz ajena a mi voluntad, escribí siete sonetos de una factura perfecta, algunos de ellos alirados, y que nada tenían que ver con los ejercicios que estaba practicando. Diecisiete días después, casi en un arrobo extático, acabé de escribir este libro, compuesto por 40 sonetos y 56 liras, todos ellos de carácter místico, género que en mi vida pensé que abordaría, pese a la mucha admiración que desde adolescente crearon en mí los poemas de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de León. Nota curiosa de este libro es que en las 56 liras centrales que lo sustentan cualquier rima usada en una estrofa no se vuelve a repetir en ninguna de las siguientes, artificio con el que, consciente y voluntariamente trabajo hoy, en 2006, sobre un nuevo libro, en el que llevo enfarragado desde hace meses. Como no me fiaba de que en 18 días hubiese fuerza humana capaz de elaborar una obra tan ajena a mi persona y, en apariencia, tan perfecta y acabada, dejé reposar este libro en el sombrío silencio de uno de mis cajones secretos durante dos años, pasados los cuales lo volví a releer, pensando que algo o mucho habría que mejorar en él. Fui incapaz de tachar un solo verso, a riesgo de echar a perder la tallada perfección de cada uno de ellos. Ese mismo año de 1998 lo presenté al Premio "Bahía", galardón que gané para mi estupefacción y orgullo. Publicado al año siguiente en edición de 500 ejemplares, hoy agotada, este libro sigue hoy para mí envuelto en un halo de misterio que tal vez algún día desvele. Está dedicado a mi sobrino Nacho, que se ahogó en una piscina a los cuatro años.
IV
A veces, me parece el sol la fuente
azul de tu amorosa llama viva.
Sin su esplendor, aquí cautiva,
no hallo el calor que me caliente.
*
Del frío oscuro su letal nepente
alimenta mi llama sensitiva:
brasa mortal que en mí cultiva
la mustia flor de su simiente.
*
Sofoca esta visión que, falsa, anuda
mis alas con un sol que se consume
en las regiones negras y desiertas.
*
El sol que en las alturas se desnuda
privándome de luz, mientras presume
de las flores que va dejando muertas.
***
XIII
Los fugaces contentos de la vida,
sus íntimas y trágicas dolencias,
sus agrias soledades, sus querencias,
la flor que nace y crece, desvalida;
*
la fuerza juvenil, después batida,
sus plácidas y mágicas vivencias,
sus fuegos apagados, sus esencias,
la feble senectud, tan desasida...
*
Todo dulce y sufrido sentimiento,
todo engaño de vana pesadumbre,
la urdimbre en que se traman los deseos.
*
Aquí encerrada, siento que no siento,
que nada me entretiene en mi costumbre
de gozar con mis juegos y recreos.
***
IV
¡Estréchame, mi siervo,
olvídate de todo desatino!
Junto a mí te preservo,
uniendo tu destino
humano al río fértil y divino.
*
Bajo el frescor del sauce,
al aire de salud de mis edenes,
verás abierto el cauce
de mi gracia en tus sienes
al beso de este amor con que me tienes.
*
¡Adéntrate en mis brazos,
remansa tus angustias, tus anhelos!
Tu vida, hecha pedazos,
tus lirios por los suelos,
se cubren de esplendor, cuando, sin velos,
*
de mi savia y mi tierra
te fertilizas. Que a los dos, fecundo,
tal viento de la sierra,
os llevo a lo pronfundo
por florecer de nuevo en otro mundo.
*
Por ello te perdono,
por ello nuevamente te bautizo.
Por eso yo te dono,
como conmigo se hizo,
el rayo de mi gracia, quebradizo.
*
Mantén viva su llama,
alienta su esplendor de claras luces.
Recuerda que ella te ama,
pues que tú la conduces,
aplacando el dolor de tantas cruces.
*
Prosigue ya tu senda,
que aún te queda tiempo entre los hombres.
Prosíguela y encienda
tu viva voz los nombres,
para que tú, asombrado, nos asombres.
***
XXXV
Presiento inevitable tu llamada
de sombra que se adentra aquí en mi pecho.
Es pronto aún -lo sé-, mas tú me has hecho
la seña inconfundible con tu espada.
*
Nada detiene ya mi entrega, nada.
Sólo resta pasar el negro trecho
que hacia tu luz me lleve al fin derecho,
dar el paso fatal hacia tu rada.
*
Está ya preparado el escenario,
los actores y actrices ya vestidos
por si abres el telón de la tragedia.
*
¡Ya voy! ¡Cúbreme al fin con tu sudario
de líquido temblor, que en sus gemidos
ciegue las luces de esta ruin comedia!
1 comentario
Francisco Javier Barea Vega -
¡¡¡Cuánto tiempo sin saber de vosotros...!!!
Supongo que te acuerdas de mi. Soy Paco, de Jerez.
He perdido todo hilo con Carmen y contigo y, aunque he buscado varias veces en la guía telefónica, soy incapaz de dar con vosotros.
Hoy, se me ha ocurrido meter tu nombre en el buscador y ha aparecido tu blog.
Por favor, escríbeme cuando puedas a mi mail y me incluyes vuestro teléfono para charlar un rato con vosotros.
Un fuerte abrazo a los dos...